La blancura de los copos de nieve que caían a la puerta del Swiss Hotel, a las afueras de Zúrich, impactaban y resaltaban sobre el negro mate de los coches oficiales de la FIFA. Una doble fila de los lujosos vehículos ocupaba media calle con sus respectivos chóferes. Ni el lujo que sigue presidiendo el modus vivendide los dirigentes del fútbol mundial, ni los privilegios de los que gozan acompañan ese aire reformista con el que se quiere barnizar la organización. La FIFA está muy cuestionada por los desmanes que la descabezaron a raíz de los escándalos de corrupción que saltaron en mayo de 2015. Los 1.000 euros al día que recibe cada presidente de federación son el último regalo de la FIFA a sus componentes, sin contar vuelos y alojamiento. En estos tres días, los directivos se embolsarán 3.000 euros y no tendrán necesidad de justificarlos. La transparencia de la que tanto se habla y se discute no se incluye en los gastos personales. El dinero ha protagonizado la campaña electoral y también las horas previas a las elecciones.
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