La NBA no tiene que esperar a las finales y todos los aficionados al deporte saben ahora que cada vez que juega un equipo de la Bahía de San Francisco, cada vez que irrumpe en la cancha un tipo de 27 años pero con cara de niño —Baby Face le apodan—, puede suceder algo extraordinario. Stephen Curry se ha convertido en un fenómeno mediático. Con la ventaja de que, en su caso, no necesita aditamentos extradeportivos, a pesar del que hizo famosa a su pizpireta hija Riley, de cuatro años, la reina de la rueda de prensa posterior a la consecución del anillo de los Warriors, en julio. No hace falta parafernalia alguna para envolver el producto. Al contrario. Basta con exponerlo lo mejor posible, aspecto en que la NBA roza la perfección. Porque basta con observar lo que está siendo capaz de hacer en la cancha, un día sí y otro también, el hijo del exjugador de la NBA, Dell, y de la jugadora de voleibol, Sonya, nacido en Akron, en el mismo hospital que LeBron James.
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