Joey Dorsey es un tipo risueño, capaz de marcarse un baile a lo Michael Jackson junto a las cheerleaders del Barça, o de echarse una risotada cuando se le pregunta por la foto que circuló por las redes enfundado en una camiseta del Real Madrid. En su regreso al Barcelona, dos años después de que lo abandonara tras ganar la Liga, se encontró con un equipo abatido, todavía conmocionado por su gatillazo en la Copa. La cita era de aúpa, delante el Olympiacos. La situación muy delicada, dada la mala situación del Barcelona en el Top 16, con cuatro derrotas en siete partidos. Dorsey, desde el banquillo, fue testigo de primera mano del desolador panorama. Tomic no era Tomic. Doellman vagaba por la cancha. Spanoulis y Printezis hacían lo que les venía en gana, como si transitaran en autopista hasta el aro azulgrana. Dominaba el Olympiacos (6-13). El drama amenazaba en el Palau. Y en esas que salió a la cancha Joey Dorsey.
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