jeudi 25 février 2016

La magia de lo real

Ni si quiera había comenzado a rodar el balón cuando las cámaras de televisión buscaron a Arsène Wenger para mostrarlo al mundo, casi como un mal presagio. Lo encontraron en su emplazamiento habitual, sentado en el banquillo del equipo local y departiendo sonriente con uno de sus hombres de confianza, ajeno a su destino. Se intuía en su mirada la expectación de las grandes citas y el ánimo intacto pese a las viejas heridas, dispuesto a aprovechar una nueva oportunidad para citarse con la gloria. Fue entonces, cuando me recordó el francés a Santiago Nasar el día en que lo iban a matar, rodeado de un clima fúnebre y olor de aguas dormidas, comentando de manera casual a todo el que se encontraba que era una noche hermosa, e incapaz de interpretar por qué se había despertado, aquella mañana, con la sensación de estar completamente salpicado por cagadas de pájaro.

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