El Madrid ha tocado fondo. O aún no, quién sabe, pero todas sus señales son fatídicas. Quiso aferrarse a la romería del mundialillo de clubes y sus lunáticas serpentinas. Y hasta su técnico, Solari, intentó que cotizara al alza un empate con el Villarreal. Pero la realidad a veces es la escoria de la ilusión y de vuelta a la Liga la auditoría del Madrid es incuestionable: un punto de seis. La Real, que también zozobraba, le dio un azote mayúsculo en el Bernabéu y casi quince años después se llevó una victoria en la catedral de La Castellana, hoy convertida en una caldera, con el público harto de monsergas con un equipo hueco y de aspecto necrosado a la vista.
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