Para volver a la cúspide, a veces es necesaria una visita al infierno. Hace exactamente un año, Novak Djokovic cogía un avión con destino a Suiza para ponerle remedio a una lesión en el codo que le traía por la calle de la amargura. Antes de la intervención, el serbio había caminado por el desierto durante casi dos años y después de pasar por el quirófano se expuso a la derrota y las críticas como paso intermedio (y necesario) en su trazado de regreso hacia el Dorado. “Entonces, muy pocos hubieran dicho que iba a ser capaz de ganar tres Grand Slams consecutivos”, comentaba ayer Nole en Melbourne, después de infligir a Rafael Nadal su derrota más abultada en la final de un grande: 6-3, 6-2 y 6-3, en 2h 04m de castigo y azotes para el balear.
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