La asombrosa y decisiva chilena que ejecutó Gareth Bale para decantar la pasada final de la Champions entre el Real Madrid y el Liverpool provocó un estado de euforia entre algunos dirigentes blancos, especialmente en el presidente, Florentino Pérez. El mandatario, principal valedor del galés, ejecutor de su fichaje en el verano de 2013, pasó de ver en el atacante a un jugador declinante a situarle como el referente del nuevo Madrid. Ocho meses después, la decisión se discute en cada rincón de Chamartín. La plantilla nunca le otorgó tal condición y los directivos empiezan a asumir que difícilmente cumplirá con el cometido que le encomendaron en verano.
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