El martes la selección española disputó un amistoso ante Francia. Era un partido de fuste, entre dos conjuntos de primer nivel. Ganó España y un chaval, Deulofeu, tuvo una actuación capital. Hacia él se dirigieron los focos tras el choque, protagonista como fue al provocar un penalti y marcar el segundo gol. Se detuvo ante la legión de periodistas que le esperaban, recibió los parabienes de rigor y contó sus sensaciones. Era su día, su gran día, el que llevaba esperando durante años de anonimato no deseado. De repente apareció en escena Piqué. Y a alguien se le ocurrió preguntarle por el Madrid aunque no viniera a cuento. Y subió el pan mientras Deulofeu, apartado de los focos, ponía rumbo al autobús.
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