Siempre quedan hilos a los que agarrarse. Hilillos, si se quiere, pero tiene Osasuna un gusto por ser el vecino incómodo que le acompaña cuanto menos tiene que desplazarse. La lió en Eibar, empató en Bilbao y ¡zas!, cazó al Alavés en el momento más inesperado, en el minuto 88, con un disparo seco de Beren guer que iluminó la noche oscura eibarresa. Ganó como en las batallas perdidas, con un golpe de sable, con la tropa diezmada, el ánimo encogido por un descenso que se anuncia inevitable y la institución dolorida.
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