Athletic y Eibar no juegan derbis porque no son de la misma ciudad, ni juegan clásicos porque llevan enfrentándose cuatro días, como aquel que dice. O sea, que es un partido indefinible, que no está ni en la rutina ni en los acontecimientos especiales, si no fuera porque estaba Europa en juego y eso le daba la importancia que en el juego no tenía. Porque en el campo pasaban pocas cosas, casi ninguna, solo detalles, alguna anécdota. Lo imposible no ocurría, porque nadie lo intentaba y el Eibar aplicaba su receta consabida: fútbol ágil, rápido, intenso, sin miramientos. Y el Athletic, mirando sin discernir si debía sacar el paraguas o lanzarse a cuerpo a la calle y que sea lo que Dios quiera. Y Europa mirando el pasaporte de ambos sin saber a quién darle el ok.
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