La Copa más coqueta, la más vieja, la más célebre, la mejor presentada, se disputa en dos semifinales a un partido en el venerable emplazamiento de Wembley. El sábado, Chelsea-Tottenham; el domingo, Manchester City-Arsenal. Dos duelos en días sucesivos y un formato evocador de los festivales de música popular. Multitudes, estruendo, comida, bebida, y una descarga de energía folclórica que dejó al Tottenham y al Manchester City en el filtro. Pasaron Chelsea y Arsenal. Se impusieron los equipos menos dispuestos a llevar la iniciativa, que además coinciden con los que tienen mejores plantillas. El heroísmo de los jugadores, sin embargo, quedó disimulado en el enjambre táctico. Alexis Sánchez empujó al Arsenal hacia la final con el definitivo 2-1, logrado en un rechace a la salida de un córner. Pero el protagonismo, signo extraño de los tiempos, fue para los banquillos.
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