La fe del Atlético no tiene fin. Tanto da que juegue bien, mal o regular porque si detecta tibieza en el contrario no perdona. Resulta que el equipo de Simeone destiló un fútbol rácano y sin ornamentos, más pendiente de la retaguardia que del área rival. Pero a la que se despistó el Espanyol, Griezmann explicó que le alcanza con una ocasión para resolver a gol y, de paso, el partido. Varapalo severo para el equipo blanquiazul, protagonista con la pelota pero estéril en el remate, ya un poco lejos de la magnética Europa.
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