Para un freak como yo, criado entre cómics de todo tipo y una jauría de marineros borrachos capaces de beber masaje de afeitado en ausencia de licor, ha resultado una agradable sorpresa comprobar que los superhéroes existen de verdad, caminan entre nosotros y nos ayudan a cuidar España, esa patria nuestra amenazada por multitud de malhechores, supervillanos y secesionistas catalanes. Sin ánimo de exagerar más de lo estrictamente necesario, diré que me he quedado patidifuso al descubrir la facultad sobrehumana para calcular la intensidad del dolor ajeno demostrada estos días por Javier Tebas y los miembros del Comité de Competición de la RFEF, una especie de nueva Liga de la Justicia, castiza, cipotuda y al servicio del fútbol español.
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