samedi 29 octobre 2016

Cristiano vuelve a su rutina en la goleada del Real Madrid al Alavés

Todo tenía un aire de rutina en el Madrid, como esos días laborables en los que solo se aspira a que concluya la jornada o como un domingo sin planes. Rutina en la descolocación defensiva, en la apatía ofensiva, en la rotura de líneas. Rutina en el juego de Benzema, más parecido a un alumno de Morata que a su profesor. Y entusiasmo en el otro lado, en el del Alavés, que fue más de lo que señaló el marcador y menos de lo que pudo conseguir, muy penalizado por las decisiones arbitrales y falto de resolución donde quema la pelota, para bien y para mal. Rutina... menos en Cristiano, Ronaldo que afiló en Mendizorroza su instinto goleador, tan romo en este cuarto de Liga. De la monotonía de sus anteriores partidos pasó a la rutina especial de su historia: el gol. Cristiano no juega mejor, no es el de sus mejores tiempos, pero Vitoria le puso el espejo de su mejor versión goleadora, incluso desaprovechando un penalti (que Pacheco, le adivinó con alma de pitoniso). Marco de penalti en una decisión desacertada de un colegiado errático y compulsivo; marcó desde fuera del área, aunque le ayudase el toque involuntario de un defensor para rebajar la estirada del portero, y marcó desde el área pequeña, tras una combinación con Marcelo. En ninguno de los goles tuvo que correr Cristiano más allá de un par de metros, nada de galopadas que son asunto de Bale, demasiado conductista en su juego, aunque tremendamente solidario en el esfuerzo, rebajado en la segunda mitad a la condición de mediocampista para crear y estorbar al rival, al mismo tiempo.

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