Salió el día con neblina en Singapur y en consonancia amaneció Garbiñe Muguruza, dormilona, de esas personas a las que les cuesta activar los biorritmos, pero que cuando lo hace tiene cuerda y ritmo para rato. Era un viernes remolón, porque después de haber perdido los dos primeros partidos en esta Copa de Maestras, ya sin opción alguna, volver a saltar la pista para jugar un partido intrascendente cuesta a estas alturas, con la temporada consumida y el cuerpo y la mente al límite.
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