Tan fino al manillar, tan inalcanzable como es tantos domingos de carrera, Jorge Lorenzo se ha descubierto en los últimos años como un piloto en ocasiones vulnerables los días lluviosos. Y muy especialmente este curso. Pero, como todo, tiene explicación. No es cierto que nunca haya sido un piloto competitivo sobre el asfalto mojado; tampoco lo es que la carrera de Assen del 2014, un año después de protagonizar una heroicidad con la clavícula recién operada, marcara un antes y un después. Ya que desde entonces ha logrado hacer buenas carreras bajo la lluvia, en Silverstone o en Motegi, por ejemplo. Ocurre, sin embargo, que desde entonces, cuando confesó que no había podido “ser valiente” en aquel mismo escenario por el recuerdo del accidente sufrido el curso anterior, se ha mostrado más irregular en condiciones similares, con dudas, y especialmente dubitativo cuando la pista se presenta en condiciones mixtas. Esto es, cuando se está secando, por ejemplo, y quedan parches de agua.
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