Entre tormenta y tormenta, sale el sol y brilla como si no fuera a llover más en meses. Pero los meses apenas duran unos minutos en el sureste asiático. En Sepang descarga cuando se le antoja. Y no avisa. La poca previsión posible la ha garantizado en este gran premio de Malasia el nuevo asfalto que cubre la pista, que no drena como el anterior, de modo que un chaparrón de diez minutos basta para que no se seque la pista en toda una carrera de MotoGP, por mucho que asomen los rayos del sol. Difícilmente se vería una prueba flag to flag. Y era ridículo jugársela a una estrategia de neumáticos distinta. Si la salida se retrasó porque llovía a cántaros estaba claro que el asfalto seguiría mojado minutos más tarde. De lo que se trataba era de tener el coraje suficiente para tirar en los minutos iniciales, la osadía justa para no irse al suelo demasiado pronto, que ya se sabe cómo son estas carreras en agua, y la delicadeza para tratar los neumáticos con el suficiente tacto, pues el objetivo era llegar en las mejores condiciones a las vueltas finales, cuando la pista (seguramente) estaría algo más seca.
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