Existe una práctica que en según qué rincones del planeta todavía emplean algunos desalmados para domesticar a elefantes, que consiste en quebrar el alma del animal, a quien se le separa de su madre al poco tiempo de nacer y se le muele a palos durante varios días. Con eso se rompe todo lazo emocional del paquidermo, que se convierte en un ser completamente sumiso y listo para el adiestramiento. Esta metáfora puede más o menos servir para explicar lo que Red Bull le ha hecho a Daniil Kvyat, que el sábado en Hockenheim, después de caer eliminado en la primera criba de la cronometrada (terminó el 19º), se derrumbó y exhibió su lado más vulnerable. Allí, ante las cámaras, tocó fondo en la vigilia del último gran premio antes de coger vacaciones –cruzó la meta el 15º– tocó fondo.
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