El tenis es un deporte que históricamente ha obligado a mirar al cielo. De lo que allí arriba ocurra, cuando se revuelve la meteorología y las nubes lloran, depende todo. Si caen gotas, el programa se trastoca: suspensiones, retrasos, despliegue de lonas. Cambios de ritmo de lo más inoportunos que hastían a público, jugadores y organizadores. El agua ha sido un problema endémico que, sin embargo, se ha ido minimizando progresivamente en los grandes torneos. En todos salvo en Roland Garros, porque Australia, Londres y desde este año Nueva York, de estreno, ya cuentan con al menos una instalación que permite hacer frente a las precipitaciones.
source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/2bCHRC6
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire