Hace una semana, al final de segunda etapa de la Vuelta, Gianni Meersman levantaba los brazos sobre la línea de meta de Baiona (Vigo) y en la radio del Etixx-Quick Step resonaba el grito del director deportivo del equipo Rik van Slycke: “¡Siiii! Gran trabajo chicos, fantástica carrera, sois los mejores”. Era una alegría compartida por todos, desde Davide Bramati, sentado a su lado, y el resto de los directores; hasta los asistentes, técnicos, masajistas, mecánicos y conductores que esperaban unos metros más allá, en el autobús, el lugar más sagrado para un equipo.
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