Por paradójico que resulte, el Mundial de Fórmula 1, muy probablemente la disciplina deportiva más avanzada que existe tecnológicamente hablando, huele a naftalina por culpa de los cuerpos que la regulan, integrados en su mayoría por ancianos tremendamente conservadores. Y es por eso que en una etapa tan delicada como esta, en la que el campeonato se reinventa cada tres o cuatro años, la irrupción de una figura como la de Max Verstappen ha sido una bendición.
A sus 17 años, el holandés se convirtió el curso pasado en el debutante más precoz de la historia y una temporada después ya ha sido promocionado a Red Bull, equipo con el que estrenó su palmarés de victorias (Montmeló) en la prueba de su estreno. A la espera de las sorpresas que pueda deparar la carrera (14.00 horas, Movistar+), Mad Max tiene una gran oportunidad de volver a liarla gorda, y esta vez, delante de su hinchada, esa que tiñe de naranja los bosques de Spa.
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