lundi 22 février 2016

Wenger, el hombre que puso color al fútbol en Londres

En 1996, el Arsenal era un equipo de tipos duros a los que les gustaba el barro y comían salchichas y alubias antes de los partidos. Seaman, Parlour, Dixon,Winterburn o Keown tenían muy claro qué hacer con la pelota cerca de su área: básicamente debían golpearla y hacerla llegar lo antes posible a la otra, especialmente en el viejo Highbury, donde el rugido de los aficionados parecía empujar el balón y al equipo, como si del viento se tratara. “Ya está aquí el Arsenal 1-0”, les cantaban a los gunners, y ellos, orgullosos, hicieron suyo el desprecio por aquel juego raquítico.

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