Era la primera vez que escuchaba esa palabra: zika. La regatista Marina Alabau había vuelto a su casa de Tarifa (Cádiz) con fiebre, unas manchas rojas por todo el cuerpo y dolor articular. Sufrió los síntomas antes de Navidad durante la Copa de Brasil de vela, en Niterói, en el estado de Río de Janiero. No podía entrenarse y regresó a España para saber qué le pasaba. “Tienes el virus del zika”, le dijeron en el médico. “Pero no es nada grave ni hay remedio, tranquila. No vayas a un hospital a que te hagan pruebas porque no sabrán lo que tienes. En Europa no se conoce esta enfermedad”.
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