Guardiola tomó por fin el camino previsto después de desconcertar a sus propios admiradores cuando fichó por el Bayern. Nadie entendió qué se le había perdido en Múnich. La apuesta sonó a chasco para aquellos futboleros que no tienen en consideración a la Bundesliga. A un cruyffista radical que había situado al Barça en la cima del mundo se le exigían retos mayores y más prosaicos que el de triunfar en el palacio de Beckenbauer. Hubo incluso quien le señaló como un intruso por jubilar al venerable Heynckes, por más que el técnico alemán ya hubiera anunciado su retirada antes de conseguir el triplete, éxito que aumentó el recelo sobre Guardiola.
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