Aunque se venía hablando de su posibilidad desde hace media docena de años, desde que Fabian Cancellara ganó como si fuera en moto, solo y tras cambiar varias veces de bici, un Tour de Flandes y una París-Roubaix, hasta el pasado fin de semana no había pruebas tangibles de la existencia del motorciclismo, el deporte prohibido que se practica sobre una bicicleta dotada de un pequeño motor escondido. Lo descubrió un inspector de la Unión Ciclista Internacional (UCI) en la Wilier Triestina de Femke van den Driessche, una ciclista belga que participaba en el Mundial sub-23. El comisario actuó equipado con una tablet dotada de un detector de calor y ondas electromagnéticas, la última arma de detección, que la UCI mantenía en secreto para evitar que los tramposos pudieran eludirla.
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