La natación sincronizada española, en otra época la maquinaria más aceitada de consecución de medallas olímpicas para el equipo nacional, lleva dos años abocada a exaltar la figura de Ona Carbonell. La nadadora de Valvidrera, de 25 años, es el centro de todas las estrategias que se tejen y destejen en la telaraña de mandos intermedios y superiores que ha configurado la federación en su afán por controlar esta disciplina. El resultado destiló ayer la segunda medalla de España en estos Mundiales. Un bronce que, por supuesto, se colgó la espléndida Ona en un solo libre ejecutado con el punto furioso que la caracteriza en su última versión.
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