Tiene cara de pocos amigos. Es alto, intimida y sabe cómo hacerlo. Jackson Martínez aparenta ser un hombre sin miedo, por eso fuerza una mirada desafiante, de esas que en el área derriten conciencias. Sin embargo, los que le conocen dicen que es una persona profundamente pacífica a la que de entrada le cuesta un poco integrarse. Tras ese primer impacto, es todo entrega. Ayer, en la sala VIP del Vicente Calderón, la primera vez que utilizaba esta temporada para presentar a un jugador del Atlético de Madrid (los anteriores habían sido en la Ciudad deportiva ya que la celebración de varios conciertos había estropeado el césped), Jackson entró con un gesto similar al que anunciaba su foto en una pantalla gigante. Estampa seria, ojos ligeramente entreabiertos, mandíbula prieta, todo por encima de una camisa de manga corta a cuadros de la que sobresalían unos bíceps imponentes.
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