mardi 28 juillet 2015

El kilómetro loco de Wilimovsky

Walter Caballero salió del agua con manchas aceitosas en el pecho y al encontrarse a su amigo Esteban Enderica se cogió el labio inferior y le mostró la herida. “¡Mira!”, le dijo, mientras el otro se señalaba un rasguño en el pómulo. Unidos por la sangre, el boliviano y el ecuatoriano intercambiaron impresiones en el fragor de la meta, a la sombra del Kremlin de Kazán, en la vieja playa del río Kazanka donde Iván el Terrible levantó una fortaleza y donde acababa de concluir la final mundial de 10 kilómetros en aguas abiertas, después de casi dos horas de brazadas, patadas y sopapos para pasar por el embudo de las boyas. “Cuando han acelerado en el último kilómetro ha sido imposible seguirlos porque ya tenía los brazos agarrotados”, lamentó Enederica, que finalizó en el puesto 20, lejos de los diez primeros lugares que permitieron la clasificación automática para el que será el equivalente al maratón de la natación en los Juegos de Río.

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