Es miércoles 27 de mayo en un hotel de Barcelona. En la recepción, advierten: “El señor Sotil aguarda en su habitación”. La televisión está encendida. Él espera estirado en la cama: vaqueros, sudadera gris y gorra de Neymar. No se moverá de ahí. Habla despacio y para adentro. Hugo Cholo Sotil (Ica, Perú; 1949), en estado puro. Llegó al Barcelona en 1973 y, después de una temporada para el recuerdo, su fútbol se fue borrando. La leyenda lo achaca a su falta de disciplina; él al cupo de extranjeros en la Liga: solo podían jugar dos y Neeskens le quitó el sitio. Dejó una Liga en las vitrinas y una frase de hemeroteca: “¡Mamita, campeonamos!”.
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