Se le ve a Rafael Nadal más relajado que hace unas semanas en París, con un punto menos de tensión, y eso que allá por donde pisa, el alborozo sigue siendo tremendo. La secuencia ocurrió ayer, en el caluroso día que le brindó Londres al campeón en su estreno en Wimbledon. Antes de que batiera al brasileño Thomaz Bellucci (6-4, 6-2 y 6-4 en dos horas y 10 minutos), enfiló envuelto en sudor una de las calles que conducen a la pista 1, marco del duelo; de repente, una marabunta de personas se agrupó en torno a él e hizo que desapareciese su silueta, como si se lo hubiera tragado la tierra.
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