Antes de salir al campo, Lionel Messi no suele hablar con nadie. Se pudo constatar una vez más esta circunstancia, cuando el Barça se preparaba para saltar al campo en la segunda parte contra el Bayern en el partido de vuelta de Champions. Las cámaras enfocaban a los jugadores sonriendo entre ellos, intercambiando risas o algún comentario en torno a un lance de la primera parte. Todo consistía en disimular la tensión, en enfundarse en un sosiego imposible. Messi no lo necesita. Se aísla entre el murmullo. Mira fijo en un punto que ignoramos. Nadie lo interrumpe, saben que algo bulle en su cabeza. Algo determinante para el futuro de todos. Este cuadro se repitió nuevamente frente al Athletic de Bilbao. Y se seguirá repitiendo independientemente de los resultados y de las ligas, Copas o Champions en juego. El jugador argentino tiene que apartarse unos segundos del mundanal ruido.
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