En un derbi que fue un avispero nadie corrió más riesgos que la pelota, que bien pudo sufrir un esguince. O una lesión de mayor gravedad. Con Atlético y Real Madrid de palmeros con un posible empate el encuentro fue un catálogo infinito de errores. Un fútbol desaliñado sin nadie con derecho a fardar que no fuera Thomas, el único con encanto, al tiempo que el más solido de cuantos desfilaron por el Metropolitano. Fantástico escenario al que no añadieron gracia alguna ni unos ni otros, tan borrosos y aparatosos. El último derbi del Wanda no será un partido para el archivo de los tesoros del fútbol.
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