Los elogios que le llovieron a Charles Leclerc este domingo por su primer podio en la Fórmula 1 son una arma de doble filo para Ferrari, que al margen de resolver los problemas de fiabilidad que le arrebataron al chico una victoria que tenía casi en el bolsillo —“la avería del motor está aislada, es muy concreta y fácilmente solucionable”, afirmó Mattia Binotto, el director de la estructura italiana—, debería comenzar a pensar en someter a terapia a Sebastian Vettel. El alemán atraviesa un momento oscuro que arrastra desde mediados del año pasado, cuando encadenó una serie de errores impropios de un tetracampeón del mundo que le sirvieron el título en bandeja de plata a Lewis Hamilton. Tras entonar el mea culpa,a Vettel no le quedó otra que aceptar la marcha de su amigo Kimi Raikkonen y la llegada del monegasco Leclerc, una apuesta teóricamente de futuro que en solo dos carreras le coloca a él bajo todos los focos.
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