Llaman “el corredor de la muerte” a la celda donde un condenado espera la ejecución. Es frecuente que el preso pase ahí mucho tiempo. Se trata de una situación angustiosa. El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictaminó hace ya 30 años que la espera constituía tortura y suponía “un castigo inhumano y degradante”. Algo parecido dijo en 1993 el Comité Judicial del Consejo Privado del Reino Unido. Numerosos jueces federales de Estados Unidos son de la misma opinión. Es decir, que la silla eléctrica, o la horca, o la inyección letal, constituyen en sí mismos un horror más soportable que la idea de sufrirlos, rondando por la cabeza un día, y otro, y otro.
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