La luz del sol del mediodía en Burnley es como la luz del alba en el Mediterráneo. Los 50 kilómetros que separan Manchester de esta población de Lancashire son un pequeño viaje al extremo septentrional de Inglaterra, a los vestigios de la revolución industrial, y al interior profundo de un país que todavía alberga restos del viejo fútbol británico. Los techos voladizos del estadio centenario de Turf Moor están pensados para proteger al público del frío y la lluvia, pero en la tarde de este domingo de abril también sirvieron para sostener las antenas que transmiten la noticia más importante que un árbitro debe saber: si fue gol o no fue gol. Es la irrupción de la modernidad en el núcleo más conservador de la industria. Porque la Premier todavía no admite VAR pero sí acepta DAG: el sistema de detección automática de goles. Y el DAG pudo decidir el campeonato en Burnley.
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