Es cierto que la magnitud de la Liga se mide por la trascendencia del Real Madrid y Barça, dos colosos que aguantan todas las temperaturas del fútbol, incluidos los riesgos de congelación. La tremenda potencia de sus marcas —a mediados de los años 90, el Real Madrid estaba en una situación de quiebra técnica— les permite sortear cualquier dificultad que encuentran. Venden como nadie uno de los negocios más característicos de este siglo, el fútbol, y prestigian la Liga en grado superlativo. Sin embargo, al campeonato español, proveedor de otros seis equipos campeones o finalistas europeos en este siglo, lo definen perfectamente equipos como el Eibar o el Levante, capaces de desafiar muchas de las convenciones y mitos que presiden el fútbol.
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