El pasado julio, antes del inicio de temporada, uno de los responsables del área técnica del Espanyol quiso tener una reunión personal con Mario Hermoso, uno de los futbolistas con más condiciones de la plantilla de Rubi, arrinconado por el exentrenador blanquiazul, Sánchez Flores. “Quiero jugar y crecer. Mi objetivo es mejorar como persona y futbolista porque yo quiero jugar en la selección española”, le aseguró Hermoso. La actitud del central madrileño sorprendió al cuerpo técnico del Espanyol. Su pasado no era el más alentador, su debut en Primera había ido de más a menos, después de pasar por el Castilla y el Valladolid. Hermoso, sin embargo, tenía razón. En noviembre, cuatro meses después de aquella conversación, Luis Enrique lo llevó a la selección.
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