Un equipo que no coge rebotes y que encima se pasa largos pasajes del partido sin anotar no tiene la menor posibilidad de victoria. Y si enfrente se encuentra con otro equipo motivado, decidido a complacer a sus aficionados y a soltarse todo lo que no se soltó en algunos partidos anteriores, la ecuación es tan sencilla como la que se saldó en el Palau Blaugrana: paliza del Barcelona (97-65).
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