Desde 2005, el anfitrión siempre ha estado en las semifinales. La norma también se cumplió esta vez, y en los dos casos, pero la última frontera se cerró para Alemania. La caldera de Hamburgo, con 20.000 aficionados, y la sobreexcitación de su selección no alcanzaron ante el balonmano noruego (25-30), que vuelve a la final dos años después de perderla ante Francia. En esta ocasión, su rival no serán los galos, que terminaron destrozados por una Dinamarca imperial (38-30). El domingo, en Herning, al grupo liderado por el emergente Sagosen les espera otro infierno en las gradas y el jugador con la presencia más intimidatoria, Mikkel Hansen.
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