Todo lo que hemos vivido en Argentina en tantos años de fútbol, toda nuestra historia, se ha ido lentamente a la basura. No solo por lo que pueda entregar un equipo de fútbol, que eso puede ser circunstancial. Tenemos buenos jugadores, siguen saliendo cracks, y todavía permanece esa pasión por el juego, ese vínculo tan profundo con el fútbol como un bien cultural. Pero el fútbol ha entrado en un terreno de divagación. Los responsables de dirigirlo son gente que no tiene ningún conocimiento sobre lo que significa el juego y cómo se juega. Hay un deterioro conceptual y una degradación que induce a tomar decisiones como la de los administradores de la AFA, de organizar el partido contra Perú en La Bombonera. Como si el cambio de escenario provocase una mejoría futbolística. La cancha, no el juego, está en el centro del debate. Los programas de televisión tocan los temas periféricos, hablan de superstición. Y cuando hablan de fútbol lo hacen para debatir sobre el sistema de juego, como si el sistema tuviera vida propia y fuese algo integrado por cualquier jugador. En lugar de analizar jugadores dentro de un orden se analizan sistemas porque sí. Hay un deterioro que lleva a una confusión enorme porque los que toman las decisiones estratégicas actúan desde un mundo ficticio en el que cualquier teoría parece válida, incluso teorías sin lógica.
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