En un altillo detrás del palco de Montilivi seguían el partido algunos miembros del cuerpo técnico del Girona con un ordenador. Repasaban jugadas. Contenían la respiración viendo a Machín, el entrenador, ir para adelante y para atrás en la banda como si con eso pudiera adelantar el reloj. Faltaban 15 minutos para que terminara el encuentro y se le hizo eterno al público del Girona. Peor trago fue para los jugadores del Madrid, que nunca entraron en el partido y dejaron una imagen de desgana en el campo de un recién ascendido. “El 99% de la gente piensa que lo tenemos perdido. Pero hay un 1% que no. Ahí estamos nosotros”, contaba en la víspera Machín en una entrevista con este periódico. Se lo creyó el Girona. No solo fue cuestión de fe, también de ganas y fútbol. Algo que el Madrid no tuvo ni usó ayer.
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