La nefasta gestión y las turbias actividades de Kirsán Iliumyínov, presidente desde 1995 de la Federación Internacional (FIDE), que aglutina 188 países, son tan evidentes como su gran amor por el ajedrez y, sobre todo, la absoluta convicción de que es una herramienta pedagógica muy poderosa. Desde que lo conocí, en 1996, tuve siempre esa impresión, reforzada ahora tras convivir con él, inesperadamente, durante dos días en Chongqing (China).
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