Unos años fue Montmeló, otros Misano y, en más de una ocasión, Brno. Hay trazados que acogen test privados en los que algunas fábricas logran dar un salto de calidad que les ayuda a cambiar el rumbo de una temporada o, como mínimo, a corregirlo. Eso le ha pasado, otra vez, a Honda, que empezó el campeonato con dificultad y que es experta en darle la vuelta a la tortilla, aunque en esta ocasión la evolución —evidente ya en el Gran Premio de la República Checa, el primero después del parón vacacional— responde a la mejora de pequeños detalles y no tanto a la llegada de piezas revolucionarias o grandes innovaciones. Y se explica, además, a partir de un error en la planificación.
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