Exceptuando a los tótems –Federer, Nadal, Djokovic y Murray– y a tres o cuatro jugadores más –Wawrinka, Dimitrov, Fognini…–, todos ellos de mayor edad, Nick Kyrgios puede ser considerado el tenista más talentoso del circuito. Probablemente no hay un joven con el potencial y la calidad del australiano, pero el tenis es un deporte que exige una cualificación panorámica y, tal vez, no demanda un punto de partida más trascedente que el deseo y la buena mentalidad. Kyrgios, 22 años, oriundo de Canberra, no tiene lo uno ni lo otro. Las pistas no le estimulan, aborrece su profesión y sus formas dejan demasiado que desear. ¿Consecuencia? El desastre.
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