Hace unos días, durante el entrenamiento a pista cerrada de Rafael y David Goffin en la pista central de Flushing Meadows, mis dos hijos pequeños tuvieron la ocurrencia de subir las gradas hasta alcanzar la última hilera de asientos. Me costó encontrarlos entre la inmensidad de butacas azules a pesar de que vestían sendas camisetas de vivos colores.
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