Frente al escepticismo y la atmósfera turbia que se respiraba hace no tanto tiempo, cuando la ansiedad se apoderó de Rafael Nadal y Garbiñe Muguruza todavía no había explotado, el tenis español divisa estos días ante un paisaje onírico. El mallorquín no solo ha recuperado el vuelo, sino que probablemente haya adquirido su máxima expresión, o al menos la más redonda, mientras la número tres del mundo va año a año reeditando las hazañas de Arantxa y Conchita, camino de convertirse en la gran referencia del circuito femenino toda vez que a la carrera de la todopoderosa Serena Williams le queda cada vez menos mecha.
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