Aunque parezca que ni siente ni padece, que ni suda ni hace demasiado esfuerzo para hacer lo que hace (que solo él sabe hacerlo), Roger Federer a veces también sufre. Y la última velada sufrió, vaya que sí sufrió. Ganó (6-1, 6-7, 4-6, 6-4 y 6-2, en 3h 07m), pero por momentos pareció que iba producirse la gran sorpresa, que Mikhail Youzhny podía dar la campanada, porque durante un buen tramo lo tuvo contra las cuerdas y el suizo no estaba fino ni se encontraba. Otra vez.
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