Eran casi las cinco de la tarde y Novak Djokovic, después de entrenarse y atender a la prensa, aún apuraba su comida. El serbio departía placenteramente junto a su responsable de comunicación y su equipo técnico, Boris Becker y Marián Vajda. Se alargaba la sobremesa, hasta que un nuevo compromiso mediático obligó a ponerse en marcha de nuevo al número uno, al que no se le veía desfilar por las entrañas de la Caja Mágica desde hacía tres años, cuando abandonó la pista central entre los silbidos del público madrileño. Aquella madrugada, con la grada volcada a favor del búlgaro Grigor Dimitrov, hizo mella en la moral de Nole, que este año decidió pasar página y reincorporar Madrid a su calendario.
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