dimanche 1 mai 2016

Carlos Soria se adjudica el Annapurna a los 77 años

Un alpinista siempre quiere más. Nuevas paredes, retos diferentes, medir su técnica y su autocontrol en situaciones de alto compromiso, subir y bajar indemne. Pero es un ejercicio que desgasta. Si, en general, el paso del tiempo resulta demoledor, en el caso de los alpinistas el deterioro tiende a acelerarse: no es tanto el desgaste físico como el anímico el causante de ‘jubilaciones’ anticipadas. El incomparable Walter Bonatti dejó el mundo vertical con una reverencia a los 35 años; los grandes himalayistas polacos tuvieron una década dorada y desaparecieron de la escena; el gurú del alpinismo extremo Mark Twight es ahora cicloturista… muchos alpinistas más modestos dejan el compromiso de las ascensiones de riesgo cuando ven nacer a su primer hijo. Y a los grandes alpinistas les vence aún jóvenes el deterioro de su pasión: saben que no podrán repetir las gestas que les mantenía vivos para la montaña, que en algún lugar del camino se deterioró su compromiso con la dificultad. Como si fuese una jugada a todo o nada, dejan de lado un juego que les pide una apuesta que ya no desean cubrir.

Seguir leyendo.



source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/1SDKYfI

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire