En diciembre de 2008 el Atlético B visitaba el estadio de Butarque para jugar con el Leganés. Cuando el árbitro pitó el inicio, los jugadores locales pusieron una rodilla sobre el césped y así estuvieron durante un minuto. Los oponentes no les atacaron en señal de respeto y solidaridad con unos futbolistas que llevaban casi un año sin cobrar. La escena de protesta no sorprendió en aquella época de fútbol en bancarrota, de clubes que pagaban los excesos económicos del pasado. Hoy el panorama es muy distinto en el municipio del sur de Madrid, que ve a su equipo en la cima de Segunda y sus jugadores y empleados cobran a final de mes.
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